miércoles, 5 de octubre de 2011

El fracaso de los gobiernos y la desilusión de los pueblos

Las revoluciones, la apertura a la democracia, las elecciones y los cambios de gobierno crean grandes expectativas en los pueblos.

Esas expectativas se han manifestado con los tratados de paz que dan vida a la carta de Naciones Unidas en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial; con la caída del muro de Berlín en 1989 y la apertura democrática en América Latina en la década de los años ochenta; y con las revoluciones de hoy en Oriente Próximo.

Estos procesos de alto costo en vidas y sacrificios se han quedado muchas veces, a través de la historia, en eso. Se han aprendido importantes lecciones pero no siempre han servido para alcanzar los ideales que aquellas causas inspiraron.


Pero regresando a nuestros tiempos y latitudes, en Guatemala llegamos al final de lo que será el peor gobierno de la era democrática. Y en Nicaragua, estamos a las puertas de otro repugnante fraude político que dará continuidad en el poder a una de las mafias políticas más nauseabundas del continente.

En Guatemala, en los cuatro años de gobierno de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), el país retrocedió en todos los campos. Hoy hay 4% más de pobreza que cuando este gobierno inició. La violencia alcanzó límites nunca vistos. Guatemala es uno de los países más violentos del planeta.La corrupción llegó a niveles insospechados. El narcotráfico controla vastas regiones del país. La estabilidad macroeconómica está en peligro, la deuda interna fuera control y el manejo de las finanzas públicas saturado de opacidad, desorden y corrupción. Dejan el sistema de salud al borde del colapso y la infraestructura nacional casi destruida.

La institucionalidad democrática se debilitó aún más, a pesar de los momentos de luz en las cortes de justicia, al no permitir la candidatura oficial, por ilegal.

Desastroso gobierno
Hemos tenido presidentes malos en América Latina, pero el que está por dejar la presidencia en Guatemala saca las mejores notas en hipocresía, deshonestidad, cobardía y desvergüenza.

Durante su presidencia la democracia sufrió un grave retroceso. Intentó convertirla en un ejercicio mercantilista y populista con intención de secuestrarla. La libertad de prensa sufrió serio deterioro por los ataques, chantajes y manipulación ejecutados por el grupo de operadores e “ideólogos” de extrema izquierda que tenían el objetivo de aniquilarla.

La sociedad civil y el sector privado quedaron despojados de iniciativas ante un gobierno camaleón, experto en artimañas, que se pintaba de socialdemócrata pero en la oscuridad operaba como una represiva banda totalitaria y sin escrúpulos.

Este es el legado de Álvaro Colom y su desastroso gobierno. Veremos si la justicia inicia las investigaciones y la persecución que las circunstancias imponen. Guatemala, como el resto de América Latina, necesita precedentes de justicia con castigos ejemplares para aquellos que han asesinado la esperanza de sus pueblos con tanta desfachatez, corrupción e incompetencia.

El 6 de noviembre serán las elecciones en Nicaragua. Con los dados cargados, Daniel Ortega se presenta a un tercer mandato violando la Constitución. Lo que no deja de sorprender es cómo este politicastro con claras intenciones de perpetuarse en el poder, hace y deshace lo que quiere sin mayor oposición de las elites y el pueblo nicaragüense, y sin mayor objeción de las hipócritas entidades de las letras mayúsculas.

Centroamérica necesita fortalecer sus democracias y las instituciones para cumplir con las expectativas de sus pueblos y las demandas del siglo XXI. La democracia con concepción social, económica, ética y jurídica, debe ser el fundamento de la política para transformar las sociedades de esta región del mundo, que tiene considerables recursos y grandes oportunidades pobremente aprovechadas.