Una de las
funciones que los partidos políticos debieran cumplir es velar por el
cumplimiento y buen funcionamiento del Estado de Derecho; sin embargo, en la
práctica en Guatemala esto dista mucho de la realidad. En cada proceso electoral nos topamos con frustraciones
y sorpresas desagradables de quienes se han convertido en los caudillos y mal
llamados líderes de esas agrupaciones.
Luego del pasado
proceso electoral, el Tribunal Supremo Electoral entró en una nueva faena: la
de seguir con el proceso para la cancelación de varios de esos partidos. De momento el listado no es menor a doce partidos
que deben experimentar un proceso de cancelación. Las causas que con llevan a esto son
variadas, desde la falta de apoyo en las urnas hasta anomalías legales que sus
dirigentes buscan evitar ante las acusaciones recibidas.
El mayor problema
de esto no radica en la anulación de agrupaciones que no llenan las expectativas
e idoneidad para con la población. El problema es que, a pesar de la cancelación
de ellos los miembros de dichas agrupaciones seguirán vigentes en el ámbito político. No han logrado entender que el rechazo y acusaciones
no está hacia el nombre del partido, sino hacia el nombre y apellido de quienes
le conforman y es una prueba fehaciente del deseo de la ciudadanía por tener sangre
fresca en el campo político.
Lamentablemente
los dinosaurios políticos siguen existiendo, las viejas prácticas amenazan con
seguir estando presente y lo único que se provoca es un debilitamiento en un Estado
de Derecho que cada vez resulta menos creíble que se puede lograr. Sin embargo, esto no nos hace retroceder. La
batalla por denunciar y seguir de manera activa en la búsqueda de una
democracia consolidada y funcional a favor del pueblo sigue vigente por muchos
sectores que están ansiosos por construir una mejor Guatemala.
De acá adelante la expectativa solo sigue incrementándose de cara al 14 de enero 2020, donde no solo el cambio de personas en el gobierno se estará dando sino que se espera que puedan haber cambios sustanciales en la forma de gobernar. Los cambios que esperamos los guatemaltecos no radican en los nombres de las agrupaciones, sino en el cumplimiento de leyes que alejen de quienes toman decisiones a aquellos que han legislado de manera corrupta y a la búsqueda de intereses egoístas.
El reciclaje político es una de las prácticas que deben evitarse, pero para ello es necesario el surgimiento de una nueva generación política que, adicional a presentar nuevas caras posean nueva mentalidad y espíritu de hacer gobierno.