Las fiestas de fin
de año están por concluir y los guatemaltecos no tendremos tiempo para ver como
de manera apresurada llegará el 14 de enero en el que el cambio de gobierno se
presente. Lamentrablemente la
expectativa generalizada que se tiene es baja, de manera consciente el pueblo
no espera mucho, aunque en el subcosciente permanece la esperanza que por fin
se pueda hacer algo a favor de mejorar este país.
Desde hace muchos
años, a la corrupción y la incompetencia de los políticos se sumaron la
indiferencia, el egoísmo y muchas veces la arrogancia de las élites; y
esto ha provocado una fatiga democrática in controlable y el quebrantamiento
del contrato social que tuvimos hasta hoy. Así nacen las dictaduras.
Mientras la
economía se derrumba y las expectativas de mejora parecen ser nulas, la forma
de hacer política no está a la altura de las circunstancias lo cual genera un
desgaste social que mantiene al pueblo en una incertidumbre en cuanto al futuro
que le espera. Las oportunidades de
empleo, la apertura a nuevas inversiones, la creación de espacios para el
desarrollo y encontrar opciones de mejora parecen esfumarse en promesas vacías
que durante cada uno de los gobiernos anteriores se han ido recibiendo, algunas
incluso con un nivel de cinismo y descaro terrible.
Lo triste y grave
de esta situación es que Guatemala no es la única nación en Latinoamérica que
está en este estado de abandono y secuestro de la corrupción. En Venezuela se acabaron las palabras
para describir su tragedia. El retorno del populismo en Argentina, las crisis
de Ecuador y Perú; Bolivia viviendo una compleja transición, la amenaza
narcoterrorista-chavista en Colombia, la creciente desconfianza en México, un
gobierno con propensión autoritaria en Brasil y la mitad de Centroamérica
bajo riesgo de convertirse en narco Estados hacen de América Latina un
continente al que se debe poner atención.
Es en estos momentos donde la insatisfacción por la
democracia vivida debe surgir. Pero no
una insatisfacción por capricho o simple reproche, sino por la búsqueda de una
vivencia correcta de esta filosofía que permita el progreso de la
sociedad. Fiscalizar a los gobernantes,
obligarlos a cumplir sus funciones y que rindan cuentas sobres sus acciones se
hace indispensable.
¿Qué esperamos del
nuevo gobierno? Que la democracia liberal y los valores de la libertad,
la justicia y el Estado de Derecho sean el camino al bienestar y la prosperidad
de los pueblos. Esperamos que los
cimientos de sus decisiones sean los valores que enriquecen a los pueblos, los
principios que hacen funcionar las cosas de la manera correcta y que el rechazo
a toda forma de anomalía se un común denominador en todas las esferas del
mismo.
¿Qué esperamos del nuevo gobierno? Que se ponga a trabajar
en favor del pueblo desde el primer día.
Que una vez terminado el acto protocolario sus pasos se dirijan a los
lugares donde las cosas deben suceder a favor del pueblo y dejen sus intereses
particulares en la basura para que puedan tomar decisiones de manera justa y
sensata a favor de todos aquellos para los cuales deben de gobernar.